domingo, 8 de marzo de 2009

La historia de Iván Yuq




Nacido en 1950 en La Floresta, Barcelona, con el nombre de Joan Martí, poco se sabe con certeza de la vida de este músico, ya que su personalidad torturada y su carácter introvertido le llevaron a huir durante toda su vida tanto de la cercanía de las personas como de la atención de los medios y los círculos artísticos. Gracias a los (siempre contradictorios) testimonios de las pocas personas que le conocieron, se puede esbozar una biografía, aun a riesgo de que ésta sea incompleta y probablemente falsa en muchos de sus datos. Siempre tuvo vocación de desconocido, y así permanecerá después de su muerte, o desaparición, ya que su fin tampoco fue aclarado nunca. Al igual que su obra, de su vida tan sólo quedan retazos inconexos, que son los que expondremos a continuación, con el fin de conocer algo a este gran desconocido.

Hijo de un ingeniero catalán y de una pianista ruso-tártara, Ivan demostró desde muy pequeño un gran talento musical, y aprendió a tocar el piano y la guitarra con gran maestría, recibiendo de su madre las primeras influencias de su música: los clásicos rusos y los aires folclóricos de Tartaria, en cuyo honor adoptó el seudónimo de Ivan Yuq. Su gran timidez y su constitución enfermiza le hicieron un solitario desde su infancia. Al parecer, estaba muy unido a su madre y a su única hermana Vera, por la que sentía adoración. Esta cercanía con el universo femenino desagradaba profundamente a su padre, de carácter autoritario, quien decidió separarlo de ellas a los quince años, llevándoselo con él a Ghana, donde fue contratado para explotar una mina de oro.

Su estancia en África le marcó profundamente. Por un lado, su padre no le permitía más que un contacto muy esporádico por carta con su hermana y con su madre, lo que acentuó su tendencia a la tristeza y le hizo refugiarse en la composición musical. Por otra parte, Ivan trabó conocimiento con los Ashanti, sus rituales animistas y su música tradicional, incorporando nuevas perspectivas rítmicas y armónicas que enriquecieron y terminaron por hacer única su particular forma de componer. Pero no fue hasta la muerte de su padre en 1967 extrañas circunstancias (un incendio devastó la explotación, se dice que provocado por las tribus locales, opuestas a la compañía minera) cuando se dio a conocer como Ivan Yuq, y grabó sus primeros discos, dentro de la explosión del Highlife ghanés, pero mostrando un estilo propio y particular. Aunque es difícil encontrar rastro de estas pequeñas ediciones, se conserva algún ejemplar del que fue su mayor éxito (siempre minoritario) en esta etapa: “Discowind” (1971).

Este éxito relativo hizo que Ivan Yuq empezara a ser conocido en la escena africana, si bien su carácter de extranjero y el color de su piel fueron importantes obstáculos para abrirse camino en Ghana, lo que motivó que Ivan abandonara el país y volviera a Barcelona, coincidiendo con la muerte de su madre. Según recogen distintos testimonios, el reencuentro con su hermana fue problemático. Algunos de quienes le conocieron en aquella época en la que malvivió por el barrio chino de Barcelona, ahogado en alcohol y drogas, dicen que estaba enamorado de su hermana, y que el rechazo de ésta provocó su separación y el comienzo de la depresión que arrastraría hasta su muerte. Sin embargo, nada de esto se ha podido comprobar, ya que la correspondencia que mantuvo con ella durante toda su vida desapareció junto con Ivan, dejando este dato sumido en el misterio para siempre.

Aun siendo su etapa más conocida, los años que pasó en Barcelona, de 1972 a 1975, dejaron pocos rastros que nos permitan conocerlo mejor. Algún anuncio de una actuación en directo, una única fotografía que ya se ha convertido en icono del personaje, y sus dos discos más conocidos (entre un público de culto): “Canción para nadie” y “27 bocas ardientes”, aunque se calcula que editó numerosos trabajos en pequeñas discográficas ya desaparecidas, que ahora son casi imposibles de encontrar. Una vez más, cuando comenzaba a ser conocido en la ciudad, desapareció, según cuenta su leyenda, enrolándose en la tripulación de un barco mercante, para conocer mundo o para perderse en él.

De los años que pasó viajando en distintos barcos poco se sabe, pero Ivan Yuq reapareció para el mundo en el Londres de 1980 con un sorprendente giro en su música, “300 millions, 500 miles”, en el que realizó una fusión inédita de ska, jazz y punk demasiado avanzada para su época. El anonimato de la gran ciudad permitió la etapa más prolífica de Yuq, y le hizo evolucionar hacia la electrónica, donde fue precursor de un sonido que triunfaría años después, pero que en 1983 hizo que su “Third Person” pasara tan desapercibido como él mismo, ya que de su vida en Londres apenas quedan testimonios: unos pocos recuerdan su música y sus actuaciones, y casi nadie le recuerda a él.

A mediados de los ochenta se vuelve a perder la pista de Ivan Yuq durante varios años, dando lugar a todo tipo de rumores, dado que su leyenda de maldito ya era conocida en pequeños círculos artísticos tanto de Londres como de Barcelona. Sólo se sabe con certeza que desapareció de la faz de la tierra, aunque se han oído ecos de su paso por distintos lugares del mundo. Unos dicen que se enamoró de una trapecista y se enroló en un circo, otros que viajó a Laponia e investigó en la música tradicional de los samis, otros que buscó sus raíces en la lejana Tartaria, pero no existen documentos que prueben nada de esto. Para redondear su enigma, tan sólo tenemos constancia de la existencia de un disco publicado en Ciudad de México en 1988, el último conocido de Ivan Yuq, “El chico del circo ambulante”.

La única verdad es que Ivan Yuq reapareció en Barcelona en 1993 para rescatar a su hermana del hospital psiquiátrico donde estaba confinada debido a un brote de esquizofrenia que la afectó a finales de los ochenta, y se la llevó a su casa familiar de La Floresta donde la cuidó hasta su muerte, en 1994. Justo después de la muerte de Vera, tuvo lugar el dramático incendio que acabó con la casa natal de Ivan, destruyendo todas sus partituras, cartas, fotografías, textos y objetos personales, arrasando con sus llamas los últimos rastros de la vida y la obra de Ivan Yuq, aunque nunca se encontraron sus restos. Tal vez emprendió su huida definitiva tras arrasar con su pasado, o tal vez su cuerpo y su alma quedaron reducidos a cenizas y al olvido, donde siempre quiso estar. Sea como sea, esto es lo último que se sabe del incomparable Ivan Yuq.